Redacción Aldawe
En los pasados días el
protagonismo económico global ha estado centrado en China, Europa y Estados
Unidos y los efectos sobre la economía colombiana vía precios del petróleo y
devaluación del peso colombiano no se han hecho esperar, sin embargo, no es
posible olvidar que en este escenario global los impactos económicos pueden
venir de cualquier lado y ninguno mejor que los propios países vecinos y el
caso de Brasil no puede ser la excepción. Al cierre de 2014 Brasil es la octava
economía mundial con una PIB de USD3.26 trillones, pero con una tasa de
crecimiento anualizada de tan solo el 0.1% y un PIB percápita que apenas lo
ubica en el lugar 101 en el mundo. Este poderoso gigante con el que Colombia
sostiene una casi que incipiente relación comercial acaba de entregar unas
métricas desastrosas que se suman a la ya compleja situación política que
atraviesa el Gobierno Rousseff. Efecto el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística
anunció que el PIB se contrajo en 1.9% en el segundo semestre de 2015 por
encima de las perspectivas del mercado que apuntaban a -1.7% y de igual manera
revisó a la baja el crecimiento del primer trimestre. Esta tendencia es atribuible
al descenso en la inversión del orden de 8.1%, a la contracción en el consumo
de los hogares del 2.1% en medio de un ambiente de alto desempleo y una
inflación anualizada cercana al 9%.
La embriaguez del florecimiento
de Brasil ahora genera una profunda resaca que amenaza con dar al traste con su
grado de inversión y, de paso, poner en la mira de las calificadoras a toda la
región que ya muestra evidentes signos de deterioro económico por diversos
factores concomitantes que pueden inducir a un peligroso, pero siempre posible,
efecto dominó.
La economía colombiana cuenta con
un blindaje dado por la defensa de su regla fiscal y por su nivel de inflación,
que aunque ya desbordó las previsiones de la autoridad monetaria, en gran
medida se relaciona con factores climáticos y transferencias externas a través
de la tasa de cambio. No obstante la acelerada devaluación de la moneda local,
el descenso en la inversión externa y la alta dependencia del petróleo, son
factores que contribuyen al debilitamiento progresivo y casi imperceptible de
la confianza país, esa misma a la que la situación brasileña en nada
contribuye.
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