Recordemos inicialmente que los microcréditos están
constituidos por las operaciones de bajo monto que se conceden a una persona o
grupo de personas para la creación o funcionamiento de pequeños negocios, sin
que necesariamente medie la sustentación de ingresos ni la presentación de
colaterales (garantías). Por las anteriores razones, se considera una cartera
de alto riesgo, lo cual tiene a su vez un efecto directo sobre la tasa de
interés a la que se hace la colocación, constituyéndose, por mucho, en la más
alta del mercado. Ver recuadro.
Ahora bien, esa alta tasa tiene a su vez una implicación
bastante particular: por regla natural nadie debe endeudarse a una tasa que
resulte más costosa que la rentabilidad de aquello en lo que se va a invertir,
de suerte entonces que el retorno promedio que se le exige a estos pequeños
negocios para poder sostener el alto costo de capital es muy superior al que se
le exige a una gran empresa, que tiene acceso a fuentes de financiamiento más
baratas, lo cual a las claras, constituye una seria amenaza para la
supervivencia de estas unidades empresariales. Sin embargo, con todo lo
anterior, la morosidad del microcrédito es de 7.69%, cifra que, si bien es la
más alta de cualquiera de las líneas de crédito del país, sigue estando dentro de
los parámetros de normalidad para la operación sana de los intermediarios de
crédito.
En conclusión, si bien el microcrédito constituye una
operación riesgosa, dicho riesgo no se está materializando en altas tasas de
morosidad y, en cambio, si genera un típico caso de profecía autoinducida, por
cuanto a causa de la presunción de riesgo, la tasa remunerativa del microcrédito
es exageradamente alta en comparación, por ejemplo, con las tasas de captación
o con la inflación anualizada, haciendo inviables a muchos de los negocios a
los cuales se aplica esta fuente de financiación.
Comentarios
Publicar un comentario